El agujero cogió su maleta, metió en ella bien dobladita su capa negra, pues todo agujero que se precie tiene una capa negra para la ocasión, y se fue a la estación a esperar la llegada del tren que lo habría de llevar hasta su destino. No tuvo que esperar mucho porque cuando se trata de llevar a un agujero a su destino los trenes siempre llegan con adelanto. Por eso al agujero se le hizo muy corta la espera y no le dio tiempo a dibujar todas las cosas que los agujeros dibujan mientras esperan ese tren que los ha de llevar a su destino. El trayecto también se le hizo muy breve pues se trataba de un tren de alta velocidad y además aquella velocidad tan alta le mareaba un poco, con lo cual que no pudo cantar todas las canciones que a un agujero le gusta cantar mientras viaja en tren hacia su destino. Así que sin darse cuenta llegó al final del viaje, el tren se paró, el agujero bajó del vagón y se quedó allí plantado, oyendo alejarse al tren con los ojos clavados en aquel hombre uniformado que tenía delante de él. Por un momento se acordó de los dibujos que no había podido hacer y de las canciones que no le había dado tiempo a cantar y sintió una cierta tristeza pero se le pasó pronto. Luego abrió la maleta, se puso su capa negra y emprendió camino hacia la nuca del hombre sin pensárselo más.
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Me gusta…pero da miedo…el domingo día 2 de diciembre había muchaa cabezas agujereadas…
Un abrazo
Ja, ja, ja. Un abrazo, M. Carmen.
Me gusta el giro final. Un abrazo Ricardo.
Me alegro, Marisol. Un abrazo.