Sugerencias
Escribe a partir de tu propia experiencia, escribe desde tu propia vida. Eso no significa que nuestros escritos deban ser exclusivamente autobiográficos, ni mucho menos psicologistas o «terapéuticos», más allá de que todo arte sana, nos religa y reunifica.
Somos mucho más que el personaje, o los personajes, que la familia y la sociedad, o nosotros mismos, nos han impuesto como nuestra identidad. Cuando te sientes a escribir, cuelga del perchero a todos esos personajillos y desnuda tu alma, sé fiel a sus amores, a sus odios, a sus miedos, a sus pasiones, a sus sueños. Parte de la verdad, pero utiliza la mentira, la invención, recuerda lo que decía Antonio Machado de que «la verdad también se inventa».
Y otra cosa importante: se necesita tiempo para que la experiencia cale en nosotros. Es como un proceso de fermentación: lento e inexorable. Si se entiende esto, evita uno la ansiedad y aprende la paciencia. «El genio –decía Buffon–, no es más que una gran aptitud para la paciencia».
Por lo tanto, no tengas miedo a escribir chorradas y porquerías cuando estés escribiendo tus borradores. Es la forma de despojarse de máscaras y corazas, de centrar lo que queremos decir y afinar nuestra voz.
A veces, casi siempre, cuesta centrar lo que queremos decir, así que date tiempo, no te rindas y confía en tu capacidad de cambio y evolución. Seguramente, esa historia que persigues y llevas tiempo queriendo contar, cuajará cuando menos te lo esperas, pero te ha de pillar en el camino y en la faena.
Ah, y olvídate del éxito y el fracaso. Muchos de los grandes murieron sin que su obra hubiera sido reconocida y hoy son clásicos; y a muchos de los que triunfaron en su momento, hoy no los recuerda ni Dios.
Cada individuo es único y diferente. Con cada palabra que vaya brotando de tu mente, de tu cuerpo, de tu espíritu, configurarás tu estilo. El estilo no es más que la propia voz, única e irrepetible. Y mejor cuanto más espontánea y natural. Huye del artificio. No pretendas hacer «literatura».
Para terminar: a la hora de escribir, mantente relajado, abierto, curioso, amable y risueño. No podemos perseguir la belleza si el miedo nos atenaza.
Escribe, pues, a partir de tu propia experiencia; es decir, cultiva tu propia mirada y utiliza tu propia voz. No hay más, pero tampoco menos. Parece fácil, pero no lo es tanto. Y recuerda: en lo que ocurre y me ocurre está lo que luego se me ocurre.