Escritura creativa 13 (Territorio donde soñar)

Sugerencias

 El tiempo es la mayor riqueza del escritor. Para sobrevivir, el hombre suele vender su tiempo al patrón a cambio de dinero. El escritor ha de ser avaro con su tiempo. Si lo vende, se quedará sin territorio donde soñar. El escritor prefiere ser rico en tiempo para escribir, que rico en dinero. Es verdad que hay que ser un poco tonto para dedicarse a esto.

Normalmente no valoramos que escribir es un acto físico. No es algo que concierna sólo al pensamiento. Atañe también a la vista, al olfato, al gusto, al oído, al tacto, todo el cuerpo escribe. Escribimos con la mente, con el corazón y con las entrañas. La regla de mantener la mano en movimiento es, en realidad, un truco para derribar físicamente, las barreras mentales que bloquean nuestra escritura. No hay separación entre mente y cuerpo. Por ello es tan fundamental la relajación al escribir: relajación y no pensar.

Lo que el escritor transmite no son tanto palabras cuanto su propia respiración en el momento de la inspiración. Por eso, te aconsejo: lee en voz alta a tus autores favoritos. Si quieres emborracharte sin alcohol, lee en voz alta, oirás el ritmo vital de tu autor cuando escribía eso que estás leyendo.

El escritor vive dos veces: una como todo el mundo, y la otra cuando lo recuerda. Recordar significa, en latín, volver a pasar por el corazón.

Para terminar, recuerda: no hay imaginación sin memoria.

Disparadores de escritura

  1. Escribe sobre el asunto del dinero y el tiempo, mira a ver a dónde te lleva.
  2. «Ser un hombre/una mujer útil me ha parecido siempre algo horroroso», escribe a partir de esta frase.
  3. O responde a la pregunta «¿Qué poseo?», no des nada por supuesto.
  4. Bucea en tus recuerdos y escribe de un momento maravilloso y de otro horroroso.
  5. Escribe una carta a un amigo (real o imaginario) con un deseo inconfesable o una confesión comprometedora.
  6. Responde a las siguientes preguntas: ¿Cuál es mi historia con la escritura? ¿Dónde me gusta escribir? ¿Cuándo escribo? ¿Qué materiales utilizo en la escritura? ¿Qué escribo? ¿Cuáles son los problemas me encuentro a la hora de escribir? ¿Para quién escribo? ¿Qué es lo que más me gusta de escribir y que es lo que menos? ¿Qué siento cuando estoy escribiendo? ¿Para qué escribo? ¿Enseño mis escritos? ¿Por qué? ¿Con qué libro te quedarías, si tuvieras que quedarte con uno? ¿Un proyecto de escritura concreto que tengas? (Si no los tienes, invéntatelo ahora).

territorio donde soñar

Oficio de escribir

 “El estilo no es una cosa voluntaria, y esta es la invalidación y la inutilidad -relativas- de todas las reglas. El estilo es una resultante… fisiológica”. Azorín

“Leer un libro es ser sucesivamente los diversos personajes del libro”. Borges

“Soy todos mis personajes”. Sampedro

“Los cuentistas inexpertos suelen caer en la ilusión de imaginar que les bastará escribir lisa y llanamente un tema que los ha conmovido, para conmover a su turno a los lectores (…)

Con el tiempo, con los fracasos, el cuentista es capaz de superar esa primera etapa ingenua, aprende que en literatura no bastan las buenas intenciones. Descubre que para volver a crear en el lector esa emoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre otras muchas cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que le rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con su circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa (…)

Un estilo basado en la intensidad y la tensión (…) Lo que llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o frases de transición que la novela permite e incluso exige”. J. Cortázar

6 Comentarios

  1. Albricias, clarividente Duente, eres un auténtico didacta; lo has dicho todo y tan bien resumido que me llena de admiración.

    La admiración provoca la emulación, entonces es positiva; o bien la envidia, entonces decimos que es negativa. Como lo negativo ha sido despedido, el deseo de emularte se ha adueñado de mí, de forma que quiero añadir una nota en este comentario.

    Como bien refleja tu cita de Cortázar, la escritura exige tensión. Esto explica que una época tan gozosa y distensionada, como fue el Alto Medievo apenas ha dejado algo escrito, como no fuera algún cántico de gloria. Cuando la existencia es relajada, los hombres olvidan las cavilaciones y se dedican a festejarla mientras la gozan.

    No ocurre lo mismo en este tiempo donde padecemos una sobreestimulación nerviosa que nos hace andar con los pelos de punta. Entonces la necesidad de dar salida, por medio de la escritura, a la tensión de la mente, se vuelve acuciante; de tal modo que esta se convierte en un fármaco que alivia los nervios y una muleta para ir tirando por la vida y no quedarnos tiesos de pánico.

    Cuando observo como un labrador despacha en media hora el trabajo que a mi me cuesta cuatro y cuarto, no dejo de admirar que todo oficio encierra una magia. Igualmente la escritura supone una hechicería que, en este caso, habremos de catalogar de Alta Magia.

    Hasta que no alcanzamos a oficiar sus secretos, lo normal es sentirnos paralizados frente al terror del papel en en blanco; su impoluto vacío se adueña de la mente y donde hace un momento bullían las ideas más brillantes ahora solo queda el más árido erial.

    Pero a medida que vamos descubriendo que la escritura más genuina no procede de un acto consciente sino de un espíritu interior yaciente, entonces nos damos cuenta de que ese vacío de la mente, como bien señalas, es el pase mágico primordial para poder despertar a ese espíritu, demonio o duende y ponerlo a trabajar.

    Una vez activado este mecanismo, todo se vuelve fácil. El duende recurre a la memoria personal como base de datos y por medio de su arte va bordando maravillas, cuando alcanzamos a quitar nuestro discurrir de en medio y le damos las alas de la Libertad.

    Darle libertad supone eliminar todos los prejuicios inculcados que siempre van acompañados de miedos y de fantasmas. Para ello debemos comprender que todo lo monstruoso y diabólico que siempre queremos evitar proyectándolo en el exterior y en fantasías, no son sino partes de nosotros mismos pero de distinta naturaleza que la humana y que no hacemos sino desvirtuarlos al catalogarlas con la estrecha mira del bien y del mal. En realidad, lo demoníaco es solo un arquetipo del inconsciente, igual que lo angélico, y ambos quieren ser expresados en nuestra vida consciente para que la totalidad del ser se manifieste.

    Tan estúpido es querer negarse a alabar a Dios como al diablo, cuando al espíritu así le place. Con ello solo logramos negarnos a nosotros mismos y proyectar lo negado en lo primero que se ponga a mano. Así vamos engordando la sombra que no hará sino perseguirnos de por vida como nuestro mayor enemigo.

    Cuando despedimos lo prejuiciado, la escritura se transforma en el medio más privilegiado para tener un encuentro con nosotros mismos y desde allí ir purificando toda la oscuridad que nos atenaza, hasta que nos transformemos en auténticos príncipes de las tinieblas.

    Debo parar ya en este punto porque el asunto se está poniendo tan inquietante que arde.

    PD.: Cuánta razón tienes que el buscar mucho dinero es de tontos. Yo añadiría más: de tontos de capirote y de auténticos pollabobas.

    1. Gracias, Javier, por tu comentario, yo no lo habría dicho mejor. Completamente de acuerdo con tu enfoque sobre la luz y la sombra que somos. Coincido en que mejor darles alas con la creación, en este caso la escritura, que reprimir nuestra sombra, pues acabará por emerger y será de una forma destructiva o autodestructiva. Creación y destrucción son manifestaciones, o al menos eso siento yo, de una misma energía o vital, llámese «chi», «prana» o, como decían los latinos, «vis» (fuerza vital) y, dicho sea de paso, raíz etimológica de la palabra «violencia». Y podemos utilizar esa «vis», esa fuerza para crear o para destruir. No creo que sean teorías, todos tenemos experiencias vitales en ese sentido. Lo dicho, gracias por tu aportación. Un abrazote. Y, por cierto, para los lectores de este blog, aquí os dejo el enlace con el de Javier, echadle un vistazo: http://unaavecillaalalbor.blogspot.com.es/

  2. Cuanta razón llevas, pero igual es difícil tener la distancia justa entre lo vivido y lo contado. Escribir es mucho más difícil de lo que uno cree, pero seguiremos insistiendo.
    un abrazo.

    1. Sí, Marisol, hay que seguir insistiendo hasta que escribir sea una cosa fácil, hasta que fluya con total naturalidad. Ya lo dicen por ahí, lo sencillo es, a aveces, lo más difícil. Un abrazo.

  3. Hola gracias por vuestras aportaciones.
    Yo de momento estoy pensando, jejejejejejejeje.
    «No tengo tiempo para vivir y escribir y leer». Abrazos

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