Sugerencias
“No digas, muestra”, dice el viejo refrán flaubertiano sobre el arte de escribir. Por ejemplo, no declares tu tristeza, muestra lo que te ha entristecido. No hay que decirle al lector lo que debe sentir, sino mostrarle la situación, eso le despertará el mismo sentimiento.
Escribir no es hacer psicología. El escritor no habla sobre pasiones, la rabia, el amor, la desidia. El escritor tiene emociones y mediante sus palabras las despierta en el lector. Por ejemplo, si estás describiendo un parto, lo importante son los hechos, los protagonistas. No hace falta hablar del misterio de la vida, eso se desprenderá de lo que estás contando.
Al escribir hay que mantener el contacto con nuestros sentidos y los primeros pensamientos, esas intuiciones con que la mente ilumina la experiencia, el estado de máxima comunión con lo que nos rodea.
En nuestro cuaderno podemos anotar frases como “quiero escribir sobre mi madre” o “quiero reflejar la vida de esta ciudad”. Como propósitos pueden ser muy buenos, pero lo que se espera del escritor es una historia, no una declaración de intenciones, una zambullida en los territorios de nuestras inquietudes que obliguen al lector a zambullirse a su vez.
A veces las afirmaciones generales hay que hacerlas, pero procura sostenerlas sobre una imagen concreta: el mirlo es más negro sobre la nieve de enero y su canto más limpio entre los olmos del parque de la niñez.
También podemos escribir de lo que no tenemos experiencia, pero para ello hemos de poner los cinco sentidos y llenar ese tema de vida, reviviéndolo: si tú no entras en él, los lectores tampoco se lo creerán.
Fíjate en los diálogos: están presentes en casi todos los géneros. En un diálogo, el escritor desaparece tras los personajes que hablan. El diálogo debe ser ágil, consecuente, dueño de la palabra y la psicología. Los buenos diálogos desarrollan la acción, no la repiten.
El uso del diálogo conlleva el don de escuchar y de interrogar.
Disparadores de escritura
- No digas, muestra: Un hombre estresado, una abuela enamorada, un niño triste, una mujer que duda…
- Muestra: una pelea entre amigos, la muerte de una persona cercana, una fiesta, una discusión en la cola de un almacén…
- Ahora muestra: terror, indiferencia, complicidad, sospecha…, sin nombrar esas palabras.
- Escribe sobre un personaje cínico, valiente, irónico, perplejo…, sin nombrar ese atributo expresamente.
- Muestra diferentes atmosferas: penosa, incierta, agobiante, morbosa, inquietante, onírica…
- Haz una lista de las cosas sobre las que te gustaría escribir, ahora entra en la historia.
- Haz diez afirmaciones generales, ahora intenta sostener cada una en una imagen concreta.
- Un extraño aparece en tu círculo íntimo… ¿Quién es? ¿Qué ocurre?
- Cuenta algo que no hayas experimentado directamente, que te hayan contado, que hayas leído, que hayas imaginado…
- Un diálogo entre dos personajes, intercala sus monólogos interiores.
Oficio de escribir
“No intentéis explicaros”. Ernest Hemingway
“Una obra que contiene teorías es como un objeto en el que se ha dejado la etiqueta del precio”. Marcel Proust
“Contemplad el mundo y uníos estrechamente a la vida”. E. Hemingway
Buenos consejos, como siempre. un abrazo Ricardo.
Gracias, Marisol. por tu constancia en el seguimiento del blog y en la escritura. Un abrazo.
Hola Ricardo quiero retomar mi suspendido cuento de ficcion historica .Tus consejos como siempre impecables me dan el empujon crucial y alla voy!
Mil gracias maestro!
Raquel de Cordoba Argentina
Hola, Raquel, me alegro de tu decisión y me alegro de que mi trabajo en el blog te sea de utilidad. Gracias a ti. Un abrazo.