De hoy no pasa, se dijo con resolución. Atravesó la oficina con paso firme, la mirada fija en ella allá en su mesa del rincón. A mitad de camino se abrió la puerta del gerente y le dio de lleno en las narices, todos miraron, algunos contuvieron la risa, ella también miró, él continuó con un paso menos firme y un porte más tambaleante, al llegar a la mesa del rincón se inclinó un poco y clavó su mirada en los ojos de ella, una gota de sangre de su nariz cayó sobre el documento que acababa de imprimir, joder, dijo ella, él sintió sus piernas flaquear, buscó un apoyo y golpeó sin querer la taza del café derramándoselo sobre la falda, quiso apresurarse a limpiarlo y en su azoramiento se enganchó con los cables del ordenador, trastabilló, metió el pie en la papelera y cayó sobre ella, juntos rodaron por el suelo con silla y todo. En distancia tan corta él solo podía aferrarse a la verdad pero las palabras se atropellaron en su boca: loquito quedamos por cenar tus huesos. Ella sonrió y… dónde me vas a llevar a cenar.
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Como siempre refrescante leer tus historias.
Un abrazo.
Gracias, Marisol, una historia de amor diferente para el día se San Valentín. Un abrazo.