Corría el tipo la bajo la lluvia con un paraguas roto, el agua le había calado hasta los huesos y terminó hecho una sopa, es una metáfora, claro, pero cuando entró en el Mercadona, con la única intención de guarecerse del chaparrón, se cruzó con una dependienta que no entendía de metáforas y que rápidamente lo colocó en la estantería de los caldos y las sopas. Llegó una rubia despampanante y lo echó al carro, solo costaba un euro veinte y cualquier rubia despampanante posee esa fortuna y más. Ya en casa, lo vertió sobre una cazuela de aluminio, diseño ikea, de esas que utilizan las rubias despampanantes y media humanidad. Encendió la vitrocerámica, porque las rubias despampanantes tienen vitrocerámica y no esas cocinas horteras de gas, y lo colocó allí, a fuego lento, para que se fuera calentando, mientras ella se desnudaba y se ponía cómoda, pero resultona, como se ponen las rubias despampanantes para esta por casa. Cuando estaba hirviendo, lo echó en un bol, porque las rubias despampanantes utilizan boles, no cuencos ni tazones, por dios, eso sí, diseño de ikea, que son los que utilizan las rubias despampanantes y media humanidad. Él estaba borboteando cuando ella acercó su naricilla de rubia despampanante al bol y exclamó ¡hummm!, qué rico huele este consomé de pollo, y es que las rubias despampanantes toman consomés, no sopas ni caldos. A continuación, metió la cuchara en el bol, se la llevó a la boca y tragó como tragan las rubias despampanantes lo que haya que tragar, ¡hummm!, delicioso. Él no se podía creer que estuviera ahí, en la boca perfecta de una rubia despampanante, y solo esófago abajo empezó a tomar conciencia, por primera vez, de su destino final, esa cámara de los horrores donde ardería hasta desaparecer corroído por los jugos gástricos de la rubia despampanante, que eran igual de corrosivos que los del resto de la humanidad. Aunque se consoló pensando que, aun hecho mierda, y esto no es una metáfora, por fin iba a poder contemplar de cerca el apetitoso culo de una rubia despampanante.
Muy divertido, Ricardo, de verdad que me he reido mucho.
Gracias, Marisol. Me alegra hacer reír, a lo mejor soy un payaso literario.
No cambias y no cambies Richad !
Sigues siendo ese niño, que juega con las palabras. El travieso de la clase, el que se anima a todo y disfruta y nos hace disfrutar.
De eso se trata, ¿no?, de disfrutar con los frutos de la palabra. Un besote.
Me ha encantado, Ricardo!
La sonrisa no me la saca cualquiera en este instante, ni siquiera una rubia despampanante. ??
Me alegra habértela despertado. Gracias. Un besote.