Cuando llegué al mirador del Bendito la tarde se estaba yendo, como todas las tardes, sin decir ni pío y a su hora exacta. Olía a mayo y de la playa llegaba un sonido de tambores que me alegró el alma. Bajé por las escaleras del Palenque. En la arena, entre las rocas, un grupo de africanos acompasaban su ritmo a la música de las olas. Me acerqué con mis timbales:
–¿Puedo tocar con vosotros?, me gustaría aprender.
–En Senegal –me contestó uno de los negros– nadie aprende a tocar tambor, en Senegal nadie enseña a tocar tambor, en Senegal se toca tambor. Tú toca tambor, sienta aquí y toca tambor.
De mi libro «Microbios» (2004): DESCARGAR GRATIS AQUÍ
Muy bueno.
Gracias, Marisol. Basado en hechos reales.