Va riendo y barriendo (La mirada del barrendero)

Va riendo y barriendo
el Ricardo barrendero
las colillas de cigarros
y las cacas de los perros,
los boletos de la loto
todos rotos en mil trozos,
pañuelitos de los mocos
y mogollón de envoltorios,
amaneceres de ensueño,
palomas y gatos muertos.
Va riendo y barriendo,
pegadas al pavimento,
esas chuches pegajosas,
pobres críos, qué alimento,
volátiles buganvillas
que son una pesadilla,
un condón y una compresa,
veinte euros, qué sorpresa,
bajo una alfombra de pipas
donde paran los taxistas.
Va riendo y barriendo
los malos humos y modos
y también los malos sueños
por las calles de su pueblo,
platicando con los chuchos,
contemplando ese trasero
que le alegra el día entero,
cazando luces al vuelo,
historias que nunca tienen
ni un final ni un comienzo.
Cuando a cántaros llueve,
cuando pega el Lorenzo,
cuando sopla el fuerte viento,
va riendo y barriendo.

La mirada del barrendero 17

“La mirada del barrendero”

En un pueblo costero de Málaga, Nerja, un barrendero barre en silencio y observa a esos seres humanos con los que nos cruzamos a diario y en los que apenas reparamos; mientras posa su mirada en unos objetos que, por cotidianos o desechados, ignoramos.

Un barrendero, testigo de amaneceres de ensueño, hecho a los calores del verano, las lluvias y los intempestivos vientos, que contempla la naturaleza como un ente vivo que nada tiene que ver con el paisaje de fondo de nuestros selfies.

Una mirada, la suya, limpia, libre de toda patraña, que no analiza ni separa, que solo vislumbra y calla; una mirada que contempla lo visible y a lo invisible se encauza, que con todo se maravilla, que no rechaza nada y se funde con la vida, como nos dice él mismo en uno de sus poemas.

Una forma de contemplar que nos incita a descubrir lo maravilloso en el corazón mismo de lo inmediato y que nos hace vislumbrar el misterio que hay encerrado  en todo, por insignificante que parezca.

Una invitación a mirar con amor todo lo que nos rodea, pues es justamente en esa mirada, alejada de nuestros fines egoístas y que entra en comunión con el Alma del Mundo, donde reside la auténtica belleza.

Una poesía visual, musical y con un lenguaje sencillo que huye del artificio literario. Unos versos que fluyen como fluye un río.

Puedes adquirir “La mirada del barrendero”, en formato electrónico o en papel, en el siguiente enlace: https://amzn.to/3e69tTQ

Esquina Castilla Pérez (La mirada del barrendero)

Esquina Castilla Pérez
con calle Diputación,
la escoba en una mano
y en la otra el recogedor,
espero a que pase el santo
San Isidro Labrador.
Dos bueyes tiran del carro,
los caballistas en pos
y el pueblo en romería
le sigue con devoción.
Recoger estiércol toca
y con alegría lo hago,
lo que hago no importa,
pero sí cómo lo hago.
Cagajones de caballo,
incrustados en el suelo,
el recogedor metálico
me sirve de pala y luego
voy llenando las cubetas
con todo ese abono bueno.
Rebosante va mi carro
de la bosta de caballo,
pero yo ya no la huelo,
mi olfato está anestesiado.
Con mi deber cumplo y barro
con amor y con cuidado
calles de mi pueblo llenas
de excrementos de caballo.
Son las cinco de la tarde
cuando termino el trabajo
y me tomo una cerveza
para celebrar al Santo:
¡Por el crecimiento orgánico
y ese estiércol necesario!

La mirada del barrendero 16

“La mirada del barrendero”

En un pueblo costero de Málaga, Nerja, un barrendero barre en silencio y observa a esos seres humanos con los que nos cruzamos a diario y en los que apenas reparamos; mientras posa su mirada en unos objetos que, por cotidianos o desechados, ignoramos.

Un barrendero, testigo de amaneceres de ensueño, hecho a los calores del verano, las lluvias y los intempestivos vientos, que contempla la naturaleza como un ente vivo que nada tiene que ver con el paisaje de fondo de nuestros selfies.

Una mirada, la suya, limpia, libre de toda patraña, que no analiza ni separa, que solo vislumbra y calla; una mirada que contempla lo visible y a lo invisible se encauza, que con todo se maravilla, que no rechaza nada y se funde con la vida, como nos dice él mismo en uno de sus poemas.

Una forma de contemplar que nos incita a descubrir lo maravilloso en el corazón mismo de lo inmediato y que nos hace vislumbrar el misterio que hay encerrado  en todo, por insignificante que parezca.

Una invitación a mirar con amor todo lo que nos rodea, pues es justamente en esa mirada, alejada de nuestros fines egoístas y que entra en comunión con el Alma del Mundo, donde reside la auténtica belleza.

Una poesía visual, musical y con un lenguaje sencillo que huye del artificio literario. Unos versos que fluyen como fluye un río.

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Bravas arriban las olas (La mirada del barrendero)

Bravas arriban las olas
muro de líquida piedra
desde el que ruge la fiera
con sus mil bocas de arena.
Tan bravas llegan las olas,
nadie se atreve con ellas,
ni la espuma ni gaviotas
ni siquiera las estrellas.
Rompen las ruidosas olas
y callan hasta las horas,
a ese infierno de las aguas
ni las sirenas se asoman.
Mañana nos tocará
acarrear muchas bolsas
llenas con todas las algas
que hoy alfombran Calahonda.

La mirada del barrendero 15

“La mirada del barrendero”

En un pueblo costero de Málaga, Nerja, un barrendero barre en silencio y observa a esos seres humanos con los que nos cruzamos a diario y en los que apenas reparamos; mientras posa su mirada en unos objetos que, por cotidianos o desechados, ignoramos.

Un barrendero, testigo de amaneceres de ensueño, hecho a los calores del verano, las lluvias y los intempestivos vientos, que contempla la naturaleza como un ente vivo que nada tiene que ver con el paisaje de fondo de nuestros selfies.

Una mirada, la suya, limpia, libre de toda patraña, que no analiza ni separa, que solo vislumbra y calla; una mirada que contempla lo visible y a lo invisible se encauza, que con todo se maravilla, que no rechaza nada y se funde con la vida, como nos dice él mismo en uno de sus poemas.

Una forma de contemplar que nos incita a descubrir lo maravilloso en el corazón mismo de lo inmediato y que nos hace vislumbrar el misterio que hay encerrado  en todo, por insignificante que parezca.

Una invitación a mirar con amor todo lo que nos rodea, pues es justamente en esa mirada, alejada de nuestros fines egoístas y que entra en comunión con el Alma del Mundo, donde reside la auténtica belleza.

Una poesía visual, musical y con un lenguaje sencillo que huye del artificio literario. Unos versos que fluyen como fluye un río.

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