El naranja es el color del delirio veraniego y del sexo divino, lo leí en un cuento y lo hice mío.
Desde mi ventana veo una montaña que hace mucho fue un fondo marino. Hasta las piedras cuentan cuentos, si uno tiene el oído fino.
Me resulta fácil escribir un cuento, porque no estoy pensando ni en la fama ni en los aplausos ni en el dinero, aunque bienvenido sea este si llega.
Todo se acaba menos los cuentos, como la vida, con final abierto.
Muerdo el hielo de la página en blanco y siempre aparece algún hilo del que tirar para escribir, aunque sea un microcuento sobre un pingüino que se está muriendo de sed en un desierto.
Creo en la belleza de las veintisiete letras con las que se escriben todas las historias que los cuentos cuentan en nuestra lengua.
No poder aparcar un cuento es buena señal, pues significa que contiene algo que quiero desentrañar.
Cuando estoy nervioso escribo un cuento con un cadáver de por medio y me quedo como si me hubiera fumado el Rif entero.
Mi suegro lee todos mis cuentos y siempre concluye que soy un tocapelotas y un follonero.
Mi estado físico es sólido si no escribo un cuento, líquido cuando lo estoy escribiendo y gaseoso cuando pongo el punto y final y lo cierro.
No soy cariñoso, pero con mis personajes siempre soy compasivo y tierno.
Nunca he pagado por follar, pero sí pago por leer un cuento.
Como un perro, muerdo el nudo de un cuento y hasta que no se deshace en un buen desenlace, no lo suelto.
Lo difícil es renunciar a escribir el cuento perfecto, pero contra el perfeccionismo, el mejor antídoto es tomarse la escritura como un juego.
Pienso que mi vida es una antología de cuentos que abarca todos los géneros.
Escribir es contar de diferentes maneras el mismo cuento.
Hace tiempo fui al Ayuntamiento de mi pueblo para recoger un certificado de empadronamiento y me pasé siete años de despacho en despacho para que me estamparan un sello y me echaran un firmazo. Como te lo cuento.
Mi último viaje fue en un barco fantasma lleno de piratas muertos y navegamos más allá de las fronteras del Universo. Aquello parecía el cuento de nunca acabar.
Hoy me siento triste porque se me ha perdido un cuento, no lo atrapé en su momento por vagancia y luego, por más que lo he buscado, no lo he podido encontrar.
Todo lo que acabo de contar es un puro cuento.
Creo que al final va a tener razón mi abuela que siempre me decía: niño, tú lo que tienes es mucho cuento.
Continuará…
Hola Ricardo, esto es como los cuentos de las mil una noches, siempre queda un cuento por contar. Un abrazo.
Sí, pero este cuento sobre el cuento lo doy por finalizado. Próximamente, lo editaré en pdf para que os lo podáis descargar gratis. Besos.
;-) Muy bueno!. Y a ver cuando me presentas a tu suegro, parece tan simpático como tu cuento!
Gracias, Sandra, pero es el suegro del personaje-narrador del cuento. Aunque el mío también era muy simpático. Un besote.